A pesar que el teléfono celular es una de las herramientas de
productividad fundamentales de los tiempos modernos y que nos ofrece la
libertad de comunicarnos en cualquier momento y en cualquier lugar paradójicamente
puede convertirse en un grillete del cual es muy difícil soltarse.
La tecnología
es una de las armas más poderosas del ser humano. Y no sólo por la tecnología en
sí misma, sino por nuestra habilidad para adaptarla y evolucionarla según las
necesidades que tengamos. Nuestra capacidad en éste sentido no conoce límites.
El teléfono
celular es uno de los avances más revolucionarios de la era moderna.
Conceptualmente su impacto en nuestra vida cotidiana es incluso superior al de
Internet, a pesar de lo que muchos pudieran suponer. Cambió completamente el
paradigma por el cual para comunicarme con una persona ésta debía encontrarse
físicamente en determinado lugar. Al igual que el automóvil, ofreció a las
personas uno de sus más preciados bienes: la libertad. También ofreció a quienes lo usan el siempre útil atributo de la "flexibilidad". Ahora se es capaz de actuar desde muchos más lugares.
¿Por qué la
gente prefiere usar su automóvil en vez del transporte público? Sencillo. Por
la independencia que esto genera. Puedo ir donde quiera, cuando quiera.
Cualquier cosa que ofrezca libertad es rápidamente adoptada en el mercado.
De igual manera
ocurrió con el teléfono móvil. Después de décadas de tener asignado un número
telefónico a nuestra casa u oficina, el escenario cambió de un "me comunico a" al de “me
comunico con”. Las comunicaciones pasaron a ser más personales y
efectivas en su concreción.
¿Por qué más efectivas en su concreción? Una de las
desventajas del teléfono fijo, es que cuando llamo a un determinado lugar para
hablar con alguien existe una probabilidad alta de ser atendido por otra
persona, razón por la cual mi comunicación puede ser entre otras cosas
demorada, impedida, postergada, etc.
Pero cuando
alcanzo el número de teléfono personal de un individuo, sé positivamente que mi
mensaje apunta directo a quien busco. Puede no estar disponible, en cuyo caso
le dejaré un mensaje a su casilla de correo “personal”.
Las ventajas de
las comunicaciones móviles entonces nos quedan claras. Por supuesto, también
tiene su contraparte o costo si se prefiere. Pasamos a tener un punto de
enganche con el mundo exterior en forma permanente. El teléfono móvil está
siempre con nosotros. Nos pueden encontrar en cualquier tipo de situación, en
todo momento y en cualquier lugar.
Cada uno mira
sus propios intereses. Es nuestra responsabilidad establecer el marco de uso
del teléfono celular para que no se convierta en un grillete. Para que se
convierta en una herramienta de productividad más que de distracción. Si no
queremos ser interrumpidos, es recomendable apagarlo, o al menos silenciarlo.
Por supuesto,
una vez que recibimos un mensaje, lo importante es no dejarlo colgado
eternamente. Debe haber una realimentación a quien nos lo envió, para que sepa
que lo recibimos. No es siempre necesario tener la respuesta que nos piden. La
mayoría de las veces alcanza con notificar que ya estamos al tanto del pedido y
que le responderemos.
Los mensajes
cortos de texto (SMS) son un excelente auxiliar. E incluso reemplazan a la
casilla de voz. Tengo un amigo que incluso tiene como locución: “NO ME DEJE
MENSAJE DE VOZ. ENVIEME SMS o EMAIL”. Un poco radical, pero parece efectivo.
La aparición de
los smartphones, empezando con el Blackberry, provocaron que recibamos email
constantemente en nuestro celular. Es muy bueno para muchas cosas, pero tiene
una contra indicación que debe ser considerada. La gente se acostumbra a que
respondamos casi inmediatamente. Y luego, hasta uno percibe su frustración
cuando por algún motivo no podemos hacerlo.
A esto
agreguémosle las múltiples redes sociales y sus notificaciones. Como comentara
oportunamente, en mi caso terminaron todas apagadas.
Sencillamente
mantenerse en contacto con todo el mundo todo el tiempo es una presión que se
puede volver insostenible. Las políticas de gestión de esto son responsabilidad
exclusivamente nuestra.
Si el mensaje,
provenga de donde provenga, requiere acción inmediata entonces es una ventaja
disponer de la herramienta. Si perdemos la capacidad de decidir cuándo debemos
actuar y cuando no, entonces se convierte en un grillete y seremos esclavos de
la tecnología y el mundo.
Como en la vida
real, a veces hay que saber decir “no”.
Y además saber cómo decirlo. Pero no podemos echarle la culpa al dispositivo.
Somos nosotros los dueños de la llave maestra. Somos nosotros quienes debemos
marcar los límites. Somos nosotros los que eventualmente quitamos la batería…
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