Cuando cargamos en nuestra agenda algún contacto, solemos tratar de ser
lo más profesionales posible y cargamos toda la información disponible,
incluido el número de fax. Bueno, ya es hora de pensar que no hace falta más …
Por años cuando
cargaba los datos de contacto de quien me entregaba su tarjeta personal solía
incluir toda la información que recibía y esto incluía el número de fax. La
verdad es que la práctica se convirtió en obsoleta a esta altura. Casi nadie lo
usa, pero lo más importante. Casi nunca yo lo uso.
Desde que
empecemos a utilizar hace años el correo electrónico, el fax empezó a entrar en
desuso. Ya en su libro “Being Digital” (un libro que por cierto recomiendo a
pesar de que muchas de sus predicciones están dirigidas al pensamiento y
comprensión tecnológicas de hace un par de décadas), Nicolás Negroponte hablaba
de la falta de sentido de seguir utilizando un sistema que era demasiado
engorroso para el quehacer cotidiano comparado con la ágil dinámica del email.
De cualquier
forma, llamativamente ha persistido a lo largo de los años la presencia de esas
costosas cajitas en muchas oficinas y la razón es que algunas instituciones
(hasta bancarias incluso) prefieren el uso del fax como constancia de una
comunicación fehaciente, a pesar de que no siempre ni en todos lados tiene peso
desde el punto de vista legal.
Ahora, cuando
en las tarjetas personales que entregan los ejecutivos sigue apareciendo el
número de fax, nos enfrentamos a una realidad innegable. Nadie en su sano
juicio lo elije para enviar ningún tipo de mensaje ante la miríada de opciones
disponible en la actualidad. Peor aún, en caso de ser enviado es muy común que
el mensaje no sea visto por el destinatario, o puede ocurrir también que lo
recibe en su escritorio mucho tiempo después del envío, porque en muchas
oficinas se evaporó de las rutinas la verificación del estado de la bandeja de
entrada del fax. Ergo, no sirvió de nada usarlo.
Como
inconveniente adicional, muchas de las veces que necesito obligadamente enviar
algo por este arcaico sistema, me veo además envuelto en la muy poco productiva
tarea de verificar que se lo haya recibido. No pocas veces me ocurrió enviar
algo, quedarme tranquilo con la recepción del reconocimiento de recepción de la
máquina (ACK OK), y que nadie del otro lado se percate que llegó a menos que
los llame o les envíe correo solicitando confirmación por el medio alternativo.
Más engorro imposible.
Con lo cual
desde hace ya bastante tiempo dejé de incluir el número de fax en el campo
correspondiente de mi agenda de contacto. Si bien es cierto que no cuesta más
que unos pocos segundos cargarlo, es un dato que ya califico sin vueltas de innecesario
y la probabilidad de que se lo use una vez cargado es menor al uno por mil. Aún
peor, en caso de incluirlo debo lidiar
con él cuando hago backups de mi agenda (espacio) o cuando preparo listados de
invitados utilizando archivos intermedios como los .xls o .csv. Decididamente
no me agrega ningún valor y hasta molesta.
¿Cuándo me tomo
el trabajo de cargar el número de fax? Exclusivamente cuando me lo solicita una
institución con la que trabajo regularmente y que lo requiere dentro de sus
procedimientos de rutina. Hasta ahora bancos y empresas de seguro. Y tengo que
hacer bastante esfuerzo para recordar en qué otro caso pude llegar a
necesitarlo en los últimos años (y podríamos decir en las últimas dos décadas).
Es más, ni siquiera lo cargo cuando recibo el primer dato de contacto. Lo hago
cuando tengo que hacer un trámite y explícitamente me solicitan enviar el
documento a través del número de fax.
Para todo lo demás, jamás guardo el número de fax.
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