Si piensas que la mejor manera de encarar tu trabajo es optimizando constantemente tu organización, te recomiendo que leas estas líneas.
Con mucha frecuencia se encuentra gente tratando de optimizarlo
todo. Desde el camino que siguen para obtener el viaje de menor recorrido, pasando por la mejor relación costo/beneficio de cada cosa que necesiten comprar, hasta la forma de ordenar las repisas de appliances para no tener que mover mucho la mano cuando tienen que encender alguno. Revisan lo que tienen entre manos una y otra vez buscando obtener la más
mínima ventaja.
Esto puede llevar a algunas exageraciones.
Por un lado, el tiempo adicional invertido tiene un costo, que frecuentemente
no es considerado. La optimización debe tener como contrapartida un beneficio
“relevante” para justificarla. Aquí entra a tallar la ley de rendimientos
decrecientes que se estudia en economía. Llegado un determinado punto, a medida
que se incrementa la cantidad del recurso invertido (en este caso tiempo y
esfuerzo), su utilidad marginal se reduce.
El principio de racionalidad limitada, formulado por Herbert Simon
en su libro “Models of Man” de 1957, puede resumirse en el siguiente concepto:
El ser humano satisface, no
optimiza.
Y esto ocurre porque los individuos somos limitados en nuestra
racionalidad fundamentalmente por tres factores:
a)
La información disponible
b)
La limitación cognoscitiva de la mente humana
c)
El tiempo disponible para tomar la decisión.
Esto explica por qué lo normal es tomar decisiones en condiciones
de incertidumbre. Y por mucha herramienta tecnológica que utilices en la era de la información.
Como bien dijo Bertrand Russel,
“La exigencia de certidumbre es natural en el hombre, pero, no
obstante, es un vicio intelectual”.
La vida es incierta por naturaleza, y paradójicamente buscamos
siempre certezas.
Cuando llevamos esto al campo de la productividad personal, puedes llegar a encontrarte que cuando volteas a mirar el reloj en tu muñeca dedicaste más tiempo a la optimización de tu sistema de organización que “al hacer” en sí mismo, que es precisamente el
objeto de todo el asunto.
Por eso muchas veces es preferible una metodología práctica, y que
funcione rápidamente, aun siendo imperfecta, a una metodología perfecta pero
que requiera horas y horas de análisis para obtener el resultado “perfecto”. Termina
siendo un despropósito.
En Resumen
Encuentra primero “tu” sistema de organización personal, ese que
satisfaga tus necesidades para poder alcanzar tus objetivos. Optimízalo luego
si encuentras puntos de mejora aplicando la mejora contínua. Pero no busques eternamente el
sistema perfecto. Lo único que lograrás es dedicar más y más tiempo para pocas
ventajas y mucho tiempo productivo desperdiciado.
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