El
ritmo de trabajo es otra de esas facetas de la productividad personal a la que
no se le dedica mucha literatura. Encontrar la intensidad correcta de actividad
también es un arte, aunque haciendo memoria hay tradiciones antiguas y bien conocidas
al respecto.
Hace muchos
años, tal vez demasiados, mis padres decidieron hacer una reforma en la cocina
de nuestro departamento. Había que instalar una cantidad importante de azulejos
para cubrir completamente las paredes, extendiendo los revestimientos
existentes. No era un trabajo complicado por definición, pero para nosotros
significaba unos cuantos días de cocina inutilizada.
Me
quedó grabada la sorpresa de mi madre por la velocidad con la que el joven
albañil que contrataron realizó el trabajo. Pero su observación no era la
rapidez con la que éste trabajaba sino su ritmo. Le recordaba una frase antigua
que le repetía una y otra vez mi abuelo cuando era chica.
“Sin prisa y sin pausa”
El
trabajo de esta persona, además de estar bien hecho y resistir el paso de más de
30 años (sin un azulejo caído en todo este tiempo), se hizo en un tiempo
razonablemente corto. Arrancaba temprano en la mañana, se tomaba breves
descansos, almorzaba y no demasiado
tarde terminaba. Pero cada vez que nos acercábamos a la cocina veíamos
progresos. Y en pocos días el trabajo quedó completado.
¿Cuáles
fueron las ventajas para él de trabajar de esta forma?
En
primer lugar diría que mantuvo un ritmo de trabajo adecuado para su cuerpo.
Luego, terminó en pocos días con lo cual se liberó para tomar otro trabajo.
Tampoco hubo que llamarlo nunca para arreglar algo que hubiera quedado mal.
¿Las
ventajas para nosotros? Pudimos volver a nuestra vida normal en pocos días, y
además nunca tuvimos que reinvertir dinero en ese trabajo. Se hizo una sola
vez. Y se hizo bien a la primera.
Creo
que de a poco se darán cuenta hacia donde apunto. Recordaba ésta anécdota
mientras leía unas páginas sobre el Toyota Production System (TPS). Las
técnicas de producción de ésta fabricante de automóviles incluyen un concepto
que define ésta política muy bien, aunque su nombre en japonés signifique poco
para nosotros en la cultura occidental: “Heijunka”.
Heijunka
significa “nivelar la carga” o el flujo de trabajo. Esta filosofía opera con la
mente puesta en evitar los valles o los picos en los niveles de producción.
Porque tarde o temprano les producen inventarios, y estos se traducen en dinero
detenido. Lo que
busca el TPS es que se opere sobre una base de producción lo más estable
posible.
Volvamos
a la aplicación de este concepto en nuestra vida cotidiana.
Muchas veces
el frenético estilo de vida que llevamos nos induce a acelerar nuestro ritmo a
niveles poco saludables. Puede ser que los resistamos, pero lo difícil es
sostenerlos en el tiempo. Así, introducimos una carga de stress en el cuerpo y en nuestra mente que impacta negativamente en nuestra capacidad de hacer.
Pasar
noches sin dormir para terminar un trabajo, por ejemplo durante un período de
sobrecarga laboral hace que seguramente necesitemos luego de un descanso
superior al disponible para poder recuperar fuerzas. No es una analogía exacta,
pero creo que el problema queda de manifiesto.
Es
preferible encontrar un ritmo de trabajo adecuado pero sostenido, de manera tal
que los resultados sean con mayor frecuencia los buscados, a provocar picos y
valles en nuestra actividad que nos desgastan a nosotros, a nuestros colaboradores
y a nuestras familias.
Desde
ya, la vida no siempre es tan predecible y muchas veces la realidad nos pasa
por encima. Ahí nuestra capacidad de adaptación juega un rol determinante, pero
el conocer nuestro propio ritmo nos permite jugar las cartas para que los
imponderables sean enfrentados de la mejor manera posible. Y siempre lo recomendable es llevar la actividad a un nivel compatible con un flujo
estable de trabajo.
- Bibliografía Recomendada
- Hay un tiempo para todo
- Pensar antes de actuar
- El Balance entre vida y trabajo
- Flexibilidad es el nombre del juego
- Production Leveling
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