El
proceso de organizarse es de tipo racional. Requiere que pongas en juego tu intelecto, eso que nos distingue de las animales que actúan por instinto.
Parte relevante del razonar requiere que te hagas preguntas y las respondas.
¿Pero, son más importantes las preguntas o las respuestas?
Pretender que un sistema
de organización resuelva todos nuestros problemas es un error desde el
principio. La parte fundamental de organizarse es precisamente la que no entra
en ningún sistema formal. El proceso racional de analizar lo que tenemos entre
manos, elegir qué hacer, y hacerlo conforme a nuestro mejor saber y entender.
Pensar es lo que nos
distingue de los animales. Cuando decimos que hay que pensar antes de actuar
justamente estamos atacando la postura del “deja de pensar tanto y pónte a
trabajar”. Por tentador que resulta, producto de su simpleza, ésta manera de
“no pensar” solo nos convierte en monigotes sin rumbo. Por supuesto, hay un
momento en que ya se pensó todo lo necesario y lo que hay que hacer es simplemente
ejecutar.
Dentro del proceso de
razonamiento, más allá de cosas como la asociación, discriminación o el uso
regular de las reglas de la lógica, una parte no menor la lleva un proceso básico que se repite una y otra vez.
Formular preguntas y tomarse el trabajo de responderlas.
Pero... ¿sirve cualquier pregunta? ¿Dedicamos al menos un rato a listar las dudas y luego nos ponemos con todas nuestras energías a responder?
Albert Einstein tenía una
frase muy famosa al respecto y que me parece lo suficientemente ilustrativa del
punto: “Si me quedara una hora para salvar al mundo, dedicaría cincuenta y
nueve minutos para elegir la pregunta adecuada y el minuto restante a
responderla”.
En la misma línea que una
vieja frase que dice:
Es preferible encontrar una respuesta aproximada a la pregunta
correcta que una respuesta precisa a la pregunta incorrecta.
correcta que una respuesta precisa a la pregunta incorrecta.
Y te preguntarás ¿a que viene todo esto? Bueno, aunque parezca mentira este ejercicio de preguntas y respuestas, que puedes encontrarlo ya sea que vayas a comprar un auto, una computadora o un teléfono inteligente, o tengas que resolver un problema muy complejo profesional o personal, está también en el
centro de un buen sistema de organización con independencia del flujo de
procesos o la disciplina que le pongas.
Cuando tomas algo de la
bandeja de entrada y lo revisas para ver qué es, inmediatamente tienes que
preguntarte "¿Qué voy a hacer con esto?" Es muy normal enfrascarse en lo que
representa. Podemos sentarnos a divagar sobre que nos gustaría hacer con esa
vieja foto, ese excelente texto o la publicidad que nos llegó por correo. Pero
el punto de inflexión en la organización personal surge cuando te haces la
pregunta ¿Qué haré con esto? Su mera formulación te configura la mente en un
modo de búsqueda de respuesta. Debes contestarla. El resultado
puede ser mejor o peor, pero tendrás un resultado.
De la misma forma, el
poder de la pregunta ¿cuál es la siguiente acción? oficia de poderoso
catalizador de tus procesos mentales. Automáticamente tendrás que ordenar
las ideas que flotan en tu cerebro y tendrás que presentar una o varias
alternativas para dar respuesta.
La elección incorrecta de
una pregunta (o su no formulación en el momento adecuado) tiene el efecto de
dispersarte, quitándote del camino que seguías. La pregunta correcta por el contrario tiene un poderoso efecto de
anclaje mental y, por consiguiente, de enfoque.
Hay muchas preguntas que
en el proceso de organizarte hacen la diferencia entre hacerte más o menos
productivo.
Ahora,
¿Cuál es la mejor pregunta
que tienes para responderte a diario?
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