Es
paradójico, pero una de las habilidades más importantes para poder ser
realmente muy productivo es la de ser un hábil negociador. Esta habilidad social tiene un impacto tanto o más
profundo que muchas de las herramientas, métodos infalibles y procesos que nos
invaden a diario
Es
interesante cómo una de las habilidades más relevantes de nuestra productividad
es la de negociar, teniendo en cuenta que la mayor parte de la bibliografía
relacionada con la productividad personal centra su atención en el uso de las
herramientas y los procesos que las involucran.
Sin la
habilidad de negociar, nuestra capacidad de hacer sería realmente baja. Esto
puede resultar poco intuitivo porque en muchas ocasiones la realidad en la que
las personas se mueven tiene incorporada los resultados de negociaciones
previas de forma tácita.
Cuando
uno recibe una asignación de trabajo por parte de un jefe, suele existir por
ejemplo una negociación previa bajo la cual la disponibilidad del tiempo para
hacer la tarea, los recursos asignados y la aceptación sobre la propia
capacidad de realizar la tarea se hicieron en etapas previas. Con lo cual el
problema se reduce (aparentemente) a ponerse a trabajar.
Para
muchas actividades, esto es un hecho dado. No significa que la negociación no
exista. La misma se desarrolla bajo otros términos. Así como un trabajador al
entrar en una empresa queda bajo los términos de la legislación laboral del país
en que se encuentra, sin esa estructura legal dicho trabajador tendría que haber
“negociado” y puesto en un contrato los términos y condiciones bajo los
cuales se pondría a realizar su labor.
Si la tarea es bien
conocida, es probable que esos términos en la relación no deban modificarse. Si
la tarea cambia (y puede hacerlo en muchos aspectos), uno puede tratar de verla
bajo los términos del contrato original o tratar de establecer los nuevos
términos para desarrollarla. Cuando se carece de la habilidad de negociar, uno
siempre se expone a perder el control de su tiempo.
Cuando nos interrumpen, y
elegimos decir si o no al pedido, existe una negociación interna en la cual uno
decide si la interrupción merece o no ser atendida. Y cuando decimos que no a
algo, si lo hacemos de la manera incorrecta las consecuencias son palpables.
Podemos perder una relación comercial, estropear una confianza laboral, etc.
Cada vez que nuestro
calendario nos muestra un conflicto de horarios, deberemos negociar el cambio
de horario de alguna de las actividades. Más allá de cuál sea la actividad
impactada, hay que contar con el acuerdo de nuestras contrapartes para mover
muchas de nuestros compromisos. Negociar mal los términos del cambio es
equivalente a tener consecuencias negativas a posteriori.
Cuando le preguntamos a
alguien “¿necesitas realmente que haga esto ahora?” en esencia estamos
mostrando nuestra posición y al mismo tiempo nuestra predisposición a acordar
un nuevo momento para darle la atención que nos reclama.
Así elijamos el mejor
método de organización personal; así usemos la mejor herramienta informática
(nuestra computadora portátil, nuestro iPad, un iPod, el Blackberry); una gran
agenda Citanova o un producto Moleskine; una o veinte bandejas de entrada, o lo
que sea.
Si no sabemos negociar, nuestra productividad alcanzará un grado muy bajo porque no podremos sostener la dirección de nuestro esfuerzo al ser incapaces de negociar la disponibilidad y el uso de nuestro propio tiempo
Si no sabemos negociar, nuestra productividad alcanzará un grado muy bajo porque no podremos sostener la dirección de nuestro esfuerzo al ser incapaces de negociar la disponibilidad y el uso de nuestro propio tiempo
Comentarios
Publicar un comentario