A veces nos recomiendan ser enfocados, y otras veces levantar la mirada y ver
el panorama. Cuándo y cómo hacer cada cosa es otra de esas habilidades que
tenemos que desarrollar para lograr controlar nuestro tiempo
Necesitamos
ser enfocados cuando tenemos que poner la atención sobre un tema de cierto
nivel de complejidad. Para alcanzar un comprensión al máximo de todos los
detalles y vericuetos de un tema. Si no ponemos atención suficiente sobre una
tarea determinada corremos el riesgo de hacerla mal o de manera incompleta. Si no somos capaces de controlar las interrupciones de nuestro Smartphone, el teléfono o nuestros compañeros de trabajo, difícilmente el resultado sea el que necesitamos conseguir.
Por
otro lado debemos ser también capaces de ver el “panorama” para poder elegir el
camino a seguir con suficiente inteligencia. Para que el camino sea el
correcto, así como la forma de encararlo. Si no lo hacemos corremos el riesgo
de hacer la tarea correcta para el objetivo incorrecto, o ejecutar
perfectamente la metodologia incorrecta para el objetivo buscado. Un piloto de una aerolínea que no pueda armar con suficiente inteligencia un plan de vuelo, difícilmente pueda tener la responsabilidad de llevar una nave de pasajeros a buen puerto, por más que domine todas y cada una de las técnicas y maniobras de un Boeing o un Airbus.
¿Se pueden
hacer ambas cosas a la vez? Por supuesto que sí. Y es tan importante una
aproximación como la otra.
Durante
las primeras décadas del siglo XX, en el transcurso de la revolución de la
física cuántica, surgió un concepto disruptivo: la dualidad onda/partícula.
Durante
años se postuló que el electrón era una partícula. Hasta que se postuló y luego se verificó en ciertos
experimentos que podía comportarse como una onda. El debate en la
comunidad científica llegó a niveles altísimos, porque las implicancias
(incluso filosóficas) de ésta definición no son menores. Y el concepto que
terminó prevaleciendo es que el electrón se comporta como una partícula ante
determinadas situaciones y como una onda ante otros.
Sin
entrar en los detalles de la mecánica cuántica, que por supuesto no es el
objeto de este artículo, el concepto que quiero expresar es que para lograr
organizarnos y tener buenos resultados nuestra mente debe tener tanto la
habilidad de concentrarse fuertemente en un tema (alto enfoque) como la de
tener una visión de panorama (alta dispersión). Lo que uno ve a diario es que
hay gente que tiene más habilidades en una u otra forma de trabajar, pero la
capacidad de decidir cada modo según la conveniencia y hacerlo de manera
efectiva distingue a las personas realmente organizadas y eficaces.
En
general cuanta menor variación y capacidad de decisión hay, se tiende a ser más
especializado. Hay un marco para este entorno. El problema con esta manera de
actuar es que se pierde la visión de contorno. Mientras que el problema de no saber enfocarse o concentrarse
es la incapacidad de manejar ciertos temas con la profundidad que requieren.
La
habilidad de planificarse uno mismo, y luego ejecutar esa planificación es en
esencia la capacidad de poner la mente en un modo disperso primero, viendo
todas las ramificaciones de un problema a cierta distancia, cubriendo tantos aspectos del mismo
como se pueda, y una vez cerrada esa etapa pasar a un modo de ejecución, donde
la concentración en lo que se hace es tan alta que cada tarea que se realiza obtiene
el máximo posible de precisión.
El modo
disperso nos permite imaginar alternativas, evaluarlas y ponerlas en un
contexto, lo cual sumado a una correcta visión nos da un plan adecuado. El modo enfoque nos permite ver un tema con la suficiente completitud
como para que no se pierdan detalles críticos. Muchas veces, especialmente en
las actividades más complejas, la clave está en los detalles.
Debemos
cultivar ambas habilidades. Tanto la de poder enfocarnos fuertemente en algo,
como la de ver la “pintura completa”. Requiere esfuerzo y práctica, pero los
resultados compensan largamente cualquier inversión en éste sentido.
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