Si bien
saber priorizar es fundamental, también es cierto que no en todos los casos es
completamente necesario. Pero entonces… ¿Cuándo es imprescindible priorizar?
Como comentamos
oportunamente, saber priorizar es
fundamental porque muy frecuentemente no podremos hacer todo lo que se nos
pone delante ni aquello que queremos o nos gustaría hacer.
En algunas situaciones las
consecuencias visibles de elegir hacer una cosa de manera preferente a otra no
son lo suficientemente relevantes. A pesar de que éste escenario no es el más
frecuente en el ajetreado mundo que vivimos, por lo menos para mortales con
aspiraciones normales de vida y de progreso, puede darse, y se puede considerar
que a los efectos prácticos en esos caso seleccionar una tarea entre otras no
requiere más esfuerzo intelectual que el de arrojar una moneda a cara o cruz.
Salvado el caso
excepcional mencionado en el párrafo anterior, me parece importante resaltar
aquellos casos en los que no priorizar sencillamente no es opción.
A mi modo de ver, resulta
imprescindible priorizar en los siguientes casos:
- Limitación de Espacio:
Cuando se
produce un conflicto entre objetivos o intereses mutuamente excluyentes.
El ejemplo más claro que uno puede mostrar sobre este caso es
cuando un individuo tiene dos actividades que deben ser realizadas en el mismo
momento, pero en lugares físicamente distantes. Si se hace una, claramente se
excluye a la otra. Resulta obvio que la persona debe tomar una decisión porque
las leyes de la física no le permiten resolver esta disyuntiva sin pagar un
costo (la actividad que se deja de hacer).
- Limitación de Tiempo:
Cuando el tiempo
disponible para lo que debemos o queremos hacer no alcanza.
En este caso la persona podría físicamente realizar las dos
actividades en el lugar físico que se encuentra, pero el tiempo disponible no
es suficiente. Esta es la situación más frecuente por el cual uno termina haciendo
administración de su tiempo, el cual como dijimos varias veces es un bien
escaso por naturaleza. Nuevamente se pagará el costo de la tarea que no pueda
ser realizada porque sus consecuencias son menos relevantes que la tarea
elegida.
En el medio de los
extremos entre la necesidad imperiosa de priorizar y la de la falta de
necesidad de hacerlo, por supuesto hay una cantidad enorme de situaciones que
caen en el medio.
La regla general es que
debemos priorizar, sencillamente porque asumir
que no hay consecuencias no es realista. Siempre las hay. Lo que puede
ocurrir es que a los efectos prácticos éstas sean imperceptibles en el momento
y lugar que nos encontramos, y en ese preciso instante elegir una tarea antes
que otra puede resultar irrelevante. Pero en un tiempo posterior, esas dos
tareas pueden no tener la misma relevancia. Recordemos que el mundo es un
entorno dinámico, y lo que en un momento no es importante, al siguiente sí
puede serlo.
Por supuesto la decisión
de cuánto esfuerzo se debe invertir en priorizar depende de cada uno. Lo ideal
es disponer siempre de un método de trabajo lo suficientemente flexible para adaptarse a esos entornos
cambiantes con fluidez y que refleje lo mejor posible nuestra siempre subjetiva
valoración de la importancia “relativa”. De esa manera nuestro proceso interno
de toma de decisión elabora la información con mayor velocidad y libera tiempo
y energía para hacer las cosas que sí debemos hacer. Aquellas por las que nos
pagan…
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