A diario nos enfrentamos a situaciones que nos sacan de
nuestro plan, y por lo imprevistas muchas veces tendemos a “reaccionar” para
contener la situación en vez de detenernos unos segundos para pensar mejor dónde estamos parados y recién después actuar.
La otra forma de
operar es bajo las guías de un plan, aunque éste sea básico. De esta manera
trabajamos de manera más ordenada y avanzamos en una dirección determinada
hacia nuestros objetivos. Sólo que de vez en cuando es inevitable que se nos
interrumpa y se nos pida que hagamos alguna otra cosa. O sencillamente surge un
imprevisto que reviste el pre-supuesto carácter de “urgente” y como tal ponemos
manos a la obra para evitar que se nos desborde la situación.
No quiero decir aquí
que la actitud de sacarse el tema de encima rápido no sea valiosa. Muy por el
contrario, soy un firme creyente en la actitud de “Cerrar Pendientes” o
atajarlos antes de que se conviertan en uno.
Ahora bien, si se
trata de apenas un par de minutos tal vez sea lo mejor liquidar el tema
inmediatamente porque evitará una sobrecarga posterior.
Pero muchas veces el
tema merece que uno se detenga apenas unos segundos a pensar, tomar un poco de
distancia y re-evaluar la situación.
Tal vez el nuevo
escenario merezca que se deje todo y uno se ponga a actuar inmediatamente, en
cuyo caso negarse sería poco inteligente.
O tal vez lo mejor
sea incorporar el nuevo tema a nuestro sistema de organización, ya sea
directamente en nuestra agenda o a través de una bandeja general de entradas y
no interrumpir abruptamente nuestra actividad actual que puede por cierto ser
lo suficientemente relevante.
Esos pocos segundos
en los cuales nos tomamos el trabajo de pensar antes de actuar pueden hacer
toda la diferencia entre un día bien aprovechado y uno que no lo es. Porque de
esos segundos depende una evaluación y subsiguiente ponderación de los pros y
contras de los cursos de acción posibles, y como consecuencia una mejora en el
control de nuestro tiempo.
Si lo pensamos
detenidamente, son realmente pocas las situaciones bajo las cuales es necesaria
una intervención intempestiva que no de tiempo ni siquiera a pensar unos breves
instantes. Si incorporamos esto como hábito a nuestra manera de trabajar,
lograremos hacer un uso racional de nuestro siempre escaso recurso: el tiempo.
Son sólo unos
segundos, pero para todos aquellos que creemos que el tiempo es oro, los
segundos donde pensamos antes de actuar representan dinero sabiamente
invertido.
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Creo que sacar tiempo para pensar y mejorar nuestras técnicas de pensamiento es el leit motiv de la productividad. Buena entrada, JC.
ResponderEliminarGracias Ruben por tu comentario.
ResponderEliminarSaludos
JC