Los contextos nos presentan un marco de referencia útil para enfocarnos en las actividades que tenemos por delante, que deben ser usados en conjunto con nuestras metas y valoraciones en las proporciones adecuadas para tomar la mejor decisión posible en cada situación.
El alcanzar un balance entre nuestra vida personal y laboral, al igual que la práctica de la medicina, es un arte más que una ciencia. Por más que busquemos no vamos a encontrar fórmulas mágicas que nos den la solución servida en bandeja.
Mucha gente busca a diario el
santo grial del balance adecuado entre la vida personal y laboral. Lamentablemente
la experiencia muestra a diario lo duro que es lograrlo, especialmente en un
mundo que vive en aceleración permanente. Los compromisos laborales y sociales
se suceden uno tras otro, pisoteándose mutuamente y haciendo de nuestra vida un
caos del que hacemos grandes esfuerzos por salir.
Un peso excesivo puesto en la vida personal, y nuestra vida laboral se resiente. Y viceversa, un enfoque puesto totalmente en la actividad profesional puede destruir las relaciones con nuestros más valiosos afectos. Difícil decisión cuando no podemos dejar el trabajo y no queremos alejarnos de nuestros seres queridos, como nos pasa al común de los mortales.
El tema es muy largo, pero aquí quiero poner atención en el uso de la herramienta “contexto” para intentar domar el escenario en el que nos encontramos envueltos.
Un peso excesivo puesto en la vida personal, y nuestra vida laboral se resiente. Y viceversa, un enfoque puesto totalmente en la actividad profesional puede destruir las relaciones con nuestros más valiosos afectos. Difícil decisión cuando no podemos dejar el trabajo y no queremos alejarnos de nuestros seres queridos, como nos pasa al común de los mortales.
El tema es muy largo, pero aquí quiero poner atención en el uso de la herramienta “contexto” para intentar domar el escenario en el que nos encontramos envueltos.
Cuando estamos trabajando
decimos que estamos en el “ámbito” o contexto laboral. Y en nuestra herramienta
(ya sea una agenda electrónica o en papel), podemos cargar todas las tareas
inherentes al trabajo. De idéntica forma ocurre con el aspecto personal u
hogareño según el nombre que hayamos preferido para nuestra lista de contextos.
Todos queremos separar Vida y
Trabajo, pero esto es en el fondo una quimera. Pocas actividades permiten esto,
y si somos de esas personas que se esfuerzan y logran crecer en la vida, a lo
largo de los años nuestros compromisos con el mundo exterior, y más importante
aún, con nuestro mundo interior serán cada vez mayores.
Nuestros valores y objetivos jugarán
aquí un papel fundamental a la hora de la toma de decisión, y allí nuestra
herramienta auxiliará a nuestra mente con la información crítica para la misma.
Difícilmente pueda lograrse esto usando el concepto de “contexto” de manera taxativa.
¿A qué me refiero? Bien,
supongamos que tomo mi lista de tareas del contexto “trabajo” porque estoy en
horario laboral y sólo tengo apuntadas las actividades de mi trabajo. Mi energía
puesta en la ejecución de mis actividades difícilmente me recuerde que tengo que
llamar al maestro de mi hija al colegio a media tarde, a pesar de estar en la
oficina, o que tengo que hacer un trámite en alguna oficina gubernamental que
por supuesto no opera fuera de mi propio horario laboral. De la misma manera, si
mi agenda se fija en el contexto “hogar”, va a costarme mucho recordar que
tengo que preparar una documentación que me pidió mi jefe a último momento para
mañana a primera hora.
Con lo cual nos encontramos
ante la necesidad de “mezclar” contextos. Esto puede parecer un doble trabajo,
pero a veces no queda alternativa. Es parte de la misma discusión sobre si debo
tener una agenda para mis temas personales y otra para mis actividades
profesionales. En los hechos, soy una sola persona. No puedo darme el lujo de
perderle pisada a ambos contextos, de la misma manera que mi cerebro no puede
olvidarse que debe lograr que respire mientras me concentro en una lectura.
Algunos me dirán que por eso
el método GTD recomienda poner contextos tales como “Escritorio”, “Llamadas”, y
otros por el estilo. Aquí me sumo a mis amigos los minimalistas. Hay que
encontrar la “menor” cantidad de contextos posible.
Por ejemplo intenté alguna
vez usar el contexto llamadas, pero perdía completamente el beneficio que
pretende David Allen, porque al menos en mi caso, éstas formaban parte de la
actividad de mis proyectos y actividades, tanto en mi trabajo como en mi vida
personal. Terminaba dejando colgadas las llamadas, porque no me acordaba de cambiar
el contexto. Y no tenía sentido armar “otra regla más” para asegurarme de no
olvidarlo.
Asimismo, el contexto “Escritorio”
también me complicaba. Muchas veces mi trabajo se desarrolla en la calle, o
incluso en casa (y no me pongo a recitar lo complicado que es separar contextos
en casa…). El contexto @Trabajo tuvo para mí mucho más sentido, porque para mí
es un modo operacional claro, en el cual entro por lo general en el horario
laboral, y me permite desconectar cuando sí cambio de contexto.
Por otro lado, cuando una
actividad se me atraviesa de contexto, ésta termina insertada en ambos. Aquí me
resultó muy útil la habilidad del Microsoft Outlook para marcar múltiples
categorías a una misma tarea. Cuando tengo que llamar a un familiar en horario
laboral sin alternativa de hacerlo en otro horario, la actividad es de mi
hogar, pero la puedo simultáneamente cargar en el contexto laboral, de manera
de poder verla en el momento que corresponde al contexto en el que esté.
Por último, un punto
importante. Mirar nuestra agenda en el contexto al que vamos a cambiar justo
antes de hacerlo. Es mucha la tentación de no mirar la agenda personal hasta no
llegar al hogar, pero puede haber muchos motivos por los cuales uno no llegue a
hacerlo. Podría ocurrir que tenga que hacer frente a una actividad imprevista.
Si uno hace en su agenda un cambio rápido de contexto y da una mirada a lo que
viene a continuación, rápidamente sabrá si puede o no concentrarse en el
imprevisto o tiene algo más relevante que hacer y negociar lo último para un
mejor momento.
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